Mantener el hielo cuesta tanto trabajo como romperlo. Dejar de mantenerlo activamente, dejar de aislarlo del ambiente, trae como consecuencia el derretimiento penoso, lastimoso, porque no es un fluir genuino, sino la resignacion a perder el paisaje cristalizado, incolume, plateadamente brillante y frio. Derretirse lentamente, perder el hielo, aflojar la barrera, nos recuerda que si persistimos en esto podemos llegar a pudrirnos.
No quiero pudrirme, no busco una calidez artificial y mentirosa, derretirse puede ser una opcion, o la ausencia de algo mejor para preservar.
miércoles, 16 de febrero de 2011
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