martes, 29 de diciembre de 2009

La secta de los chupavaginas

En realidad no eran otra cosa que vampiros. Vampiros sin dientes. Se decía que las caries los habían arrasado. Otros decían que eran vampiros que habían sufrido una mutación, y a pesar de seguir alimentándose de sangre, no podían infligir mordiscos, por eso habían tomado la costumbre de buscar mujeres en período menstrual para succionar el viscoso elemento; y sólo así habían logrado mantenerse a salvo de la extinción. Algunas mujeres los buscaban, pues a cambio de dar lo que de todos modos perdían, experimentaban cierto placer en sentirse imprescindibles, además del cálido aliento que recibían durante la succión. Esto había generado y degenerado en una nueva simbiosis entre los chupópteros y las succionadas.
Y trajo anexado también la elucubración de nuevas teorías. Los chupavaginas envidiaban el cuerpo abierto de las mujeres, que les permitía sangrar controladamente sin sentirse por ello enfermas. Eran capaces de una pérdida, y luego volver todo al inicio, como los ciclos de la luna y las mareas. El poder nocturno de lo femenino. El imán conspicuo de la debilidad. La entrega presuntamente sumisa, donde no se evidenciaba el beneficio secundario. Pues era mejor atribuir poder a quienes entregaban placer y asegurarse así la continuidad del mismo. Nació así la temible secta de los chupavaginas, poderosos vampiros sin dientes, sin alas; con la terrible capacidad de un uso diestro de la lengua.

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