sábado, 19 de diciembre de 2009

Penélope

Penélope borra con el codo, lo que escribe con la mano. En realidad, borra con la tecla de la flecha hacia atrás, lo que hace un instante acaba de tipear. Va y viene por el teclado. Dice y se desdice. Se arrepiente y corrige. No avanza, está siempre en el mismo lugar. El teclado suena, la pantalla está activa, pero no se ve lo escrito. No intenta mostrarlo. Penélope espera. Penélope desespera. Aunque aun tiene la esperanza de que de golpe aparezcan. Esas palabras escritas con tinta invisible, que solo se iluminan con luz ultravioleta. Sólo le haces falta la luz apropiada. Palabras desordenadas, caóticas, sin sentido, flotando en el espacio. Ni siquiera ella puede verlas, sólo intuye que están ahí. De a ratos aparecen como luciérnagas en la noche, las pocas que generan su propia luz.
Palabras que se encaminan en busca de una frase. Frases que intentan agruparse en un párrafo. Penélope sólo quiere tejer palabras. Porque el viento se las trae, ese viento que a muchos se les lleva las palabras, a ella se las acerca. Y ella no sabe como ordenarlas, porque los diccionarios las tienen por listado alfabético, con el significado al lado. Pero son muy aburridos. Tal vez crucigramas… tampoco le gusta la idea.
Palabras tejidas a cualquier hora.

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